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Refracciones culturales
por José Manuel Valenzuela Arce
Uno de los rasgos más importantes del mundo contemporáneo consiste
en la centralidad de las fronteras. Los crecientes procesos de globalización
han difuminado algunas fronteras nacionales y han otorgado nuevas visibilidades
y sentidos a otras fronteras socioculturales. Durante las últimas tres
décadas se ha incrementado la polarización social mediante el incremento
de la desigualdad en la distribución de ingresos y riqueza en el mundo
y la acentuación de las desigualdades entre países ricos y pobres.
Frente a esta situación, crece la movilidad del capital financiero y transnacional,
así como los productos y mercancías, pero también ocurren
importantes procesos migratorios, especialmente hacia Europa y Estados Unidos,
con lo cual la migración y las diásporas contemporáneas juegan
un papel importante en la definición de procesos interculturales. Sin embargo,
la globalización, también transparenta fronteras, como ocurre en
los cerca de 3100 kilómetros de frontera compartida entre México
y Estados Unidos límite que también define la frontera estadunidense
con América Latina.
La frontera México-Estados Unidos, desde su delimitación mediante
los Tratados de Guadalupe Hidalgo en 1848, ha presentado una importante especificidad
sociocultural. Sitio de puentes culturales entre los cerca de 120 mil mexicanos
que quedaron en "El México de Afuera" y la población mexicana
del sur. La frontera también implicó encuentros y desencuentros
con la sociedad angloestadunidense, pero también importantes diferenciaciones
derivadas de perspectivas estereotipadas construidas desde el centro de México.
Las culturas de la frontera encierran una condición heterogénea
compleja, incluye a los pueblos indios Kiliwa, Pai Pai, Cochimí, Cucapá
y Kumiai, en Baja California, Yaquis, Mayos, Seris, Warijios, Kikapú en
Sonora, Kikapúes en Coahuila, Tepehuanos y Mexicaneros en La Laguna y Rarámuris
en Chihuahua. Incluye diferencias regionales y generacionales.
La frontera entre México y los Estados Unidos ha sido escenario de múltiples
procesos de refracción sociocultural, de cambios y persistencias, de permanencia
y transformación. A partir del 11 de Septiembre de 2001, se han presentado
de manera más clara los mecanismos de control fronterizo y el nuevo peso
geopolítico de la frontera en la relación entre ambos países.
La frontera México-Estados Unidos ha tenido un papel estratégico
en las relaciones entre ambos países y su producción cultural ha
estado definida por procesos intensos de transculturaciones, recreaciones, préstamos,
resistencias y disputas culturales, de tal suerte que en la frontera se conformaron
diversos procesos culturales diferenciados de lo que ocurría en otras partes
de México y de Estados Unidos. Además, la intensa vida de la frontera
ha conformado procesos socioculturales transfronterizos, como ocurrió con
las culturas juveniles de los pachucos o los cholos. También ha sido escenario
para la producción de múltiples expresiones musicales, como la música
norteña y de banda, el Tex-Mex, un estilo rockero identificable y una expresión
electrónica reconocible como Nortec, entre otros.
La frontera ha sido motivo recurrente en la producción plástica
chicana, situación que ha tenido diversos posicionamientos que incluyen
perspectivas de los artistas mexicanos de la frontera y proyectos de carácter
transfronterizo como el "Festival Internacional de la Raza", el "Taller
de Arte Fronterizo" y, de manera más reciente, el proyecto de "InSite".
Artistas chicanos y fronterizos, como Rupert García, Malaquías Montoya,
Silvia Gruner, Esther Hernández, entre muchos otros han abordado el tema
de frontera.
La frontera también es escenario y campo de reflexión para múltiples
ensayistas y escritores, como José Vasconcelos, Guillermo Prieto, Octavio
Paz, Agustín Yánez, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis
y Elena Poniatowska. También desde los chicanos existe una rica producción
literaria y reflexiones.
Sin lugar a dudas, la frontera ha tenido un papel central en el debate nacional
sobre la definición y cambios en las identidades nacionales. Gran parte
de estas discusiones estuvieron marcadas por la incomprensión considerándose
que en la frontera la población sufría una importante desnacionalización
y pérdida de identidad nacional. Sin embargo, las investigaciones disponibles
indican que los procesos culturales e identitarios fronterizos son mucho más
complejos y no corresponden a los vaticinios de la desnacionalización o
del apochamiento. (Nombre con el que se ha definido a los chicanos y a los fronterizos.
La palabra "pocho" es un regionalismo sonorense que proviene de la lengua
ópata potzico y significa cortar la hierba con todo y raíz).
Las metáforas y conceptos para definir los procesos fronterizos son
múltiples: mutilación, herida, cicatriz, poso del mundo, tierra
de nadie, trinchera, umbrales, intersticios, rizoma... A este conjunto de metáforas
les subyace un cruce anual de 300 millones de personas, 1.5 millones de aprehensiones
de la patrulla fronteriza en el 2001 y 1233 muertes de personas que intentaron
cruzar la frontera indocumentadamente en ese mismo año, situación
que justifica una reflexión más amplia sobre el papel de esta frontera
y de las fronteras en general dentro de los contextos globales.
En la frontera observamos diversos procesos de refracción cultural.
El concepto de refracción, conlleva la idea de articulación y cambio
de dirección que se produce cuando se atraviesa por un medio diferente.
Por ello, implica cambio y resistencia. Mediante la refracción cultural,
no se deja de ser lo que se es, aunque cambien algunos sentidos y significados
dentro de un medio o contexto sociocultural diferente.
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