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"Impaciencia es vida"
Pluralidades, contrastes y síntesis de la modernidad mexicana
Por Günther Maihold
Cultura, construcción de identidad y nación
"Las hibridaciones nos hacen concluir que hoy todas las culturas son de frontera.
Todas las artes se desarrollan en relación con otras artes; las artesanías
migran del campo a la ciudad; las películas, los videos y canciones que
narran acontecimientos de un pueblo son intercambiados con otros. Así las
culturas pierden la relación exclusiva con su territorio, pero ganan en
comunicación y conocimiento." 1)
Néstor García Canclini
"Des-fronterizar" es la consigna política que pretende expresar
el proceso de globalización actual. "Desfronterizar" significa
romper definitivamente ese "fuerte caparazón del estado territorial"
(John H. Herz), que desde el siglo XIX ha asegurado el control nacional sobre
las decisiones políticas y económicas de un Estado. Los múltiples
procesos de intercambio y difusión de las sociedades demostraron ya a finales
del siglo XX el limitado valor explicativo de este modelo. La nueva dinámica
de la sociedad de información y de los mercados financieros internacionales
en la competencia global evidenciaron de modo definitivo la imposibilidad de mantenerlo.
Pero la creciente porosidad de las fronteras como consecuencia de la globalización
significa no sólo la pérdida del control nacional dentro del propio
territorio estatal, sino también el impacto de los valores culturales del
occidente, considerado en muchos países como una homogeneización.
Sin embargo, se ha visto rápidamente que al lado de esa presión
homogeneizadora se nota, al mismo tiempo, un resurgimiento de movimientos étnicos
y nacionalistas. Hoy puede constatarse, que tanto en sentido político como
económico y cultural, la globalización está unida no sólo
a una homogeneización sino de igual modo a un fragmentación de los
espacios sociales existentes. Así, por una parte, las "fronteras"
han perdido su importancia, por otra, sin embargo, se pueden ver nuevos intentos
de "establecer fronteras", que pretenden imponer identidades autónomas.
México - Campo de experiencias de procesos sociales y culturales en un
mundo globalizado
"Soy postmexica, prechicano, panlatino, transterrado, arteamericano, depende
del día de la semana o del proyecto en cuestión." 2)
Néstor García Canclini
Una investigación productiva de este círculo de problemas de superación
de fronteras, supresión y establecimiento de viejos y nuevos límites
en procesos culturales encuentra naturalmente su lugar apropiado ahí donde
se concentran de modo especial los procesos de intercambio. México representa
uno de esos espacios fronterizos, ya que se encuentra en el único lugar
del mundo en el que el norte y el sur, en términos de desarrollo, se enfrentan
en una frontera común. Múltiples procesos de intercambio debidos
a la migración laboral y a la cooperación económica ya antes
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Estados
Unidos y México (y Canadá como tercer miembro), vigente desde el
1° de enero de 1994, han hecho surgir en esta frontera un espacio "de
transición" que para las ciencias sociológicas, lingüísticas
y literarias ofrece condiciones semejantes a las de un laboratorio de ciencias
naturales. Al lado de esta cualidad específica de la frontera norte de
México, en la frontera sur del país - donde predomina el carácter
indígena - se puede observar la citada fragmentación y resurgimiento
de las identidades étnicas. Esto último ha encontrado su expresión
política en el movimiento guerrillero del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN), que surgió exactamente el día
en que entró en vigencia el TLCAN, para muchos mexicanos el símbolo
del anhelado paso de su país del "tercer" al "primer"
mundo.
De esta manera, las fronteras norte y sur encierran en sí la tensión
del proceso de globalización. Por un lado, modernización y tendencia
homogeneizadora en el ámbito de transición cultural y, por otro,
fragmentación y resurgimiento de las identidades étnicas. Esta situación
afecta de manera especial la vida cultural mexicana, ya que ésta durante
años se había prescrito una filosofía de identidad que intentaba
fomentar una identidad nacional autónoma y al mismo tiempo unificada. Esto
también ante la presencia del "coloso del norte", que parecía
coartar la preservación de la supuesta identidad mexicana en la frontera
norte. En cambio, la capital del país era el espacio cultural en el que
la identidad nacional se podía crear y afirmar en una diversidad de escenarios.
Dos fenómenos de la globalización
Desde el punto de vista económico y político, México ha
pasado por un proceso de descentralización, limitando la influencia de
la capital debido a la mayor dinámica de las regiones fronterizas. La valorización
de los ámbitos antes marginales ha ocasionado también un descentramiento
del pensar que hizo vacilar la imagen de una identidad nacional unificada. Hoy
se reconoce el surgimiento de una cultura híbrida, que ya no corresponde
a la cultura nacional durante largo tiempo determinada y perseguida por los intelectuales.
El mencionado descentramiento también se extendió a la cultura
que, tanto en sus temas literarios como en su lenguaje, se desligó del
dominio de la capital como materialización de la mezcla de la/s cultura/s
nacional/es. El recurso a los símbolos culturales tradicionales y la continuación
del culturalismo político en la "filosofía de la mexicanidad"
como conservación de los valores tradicionales por medio de innovaciones
estéticas, han mostrado su falta de solidez. Se han vuelto determinantes
los procesos culturales en los espacios de transición de las regiones fronterizas
del norte y sur, que se liberaron de la antigua limitación regionalista
y a pesar de su heterogeneidad interna constituyen un nuevo período en
el desarrollo cultural mexicano.
El nacionalismo cultural - unidad nacional por medio de uniformidad y máscaras
de identidad
Desde la revolución mexicana y durante casi 70 años se consolidó
una ideología de integración entretejida con rasgos míticos,
históricos y étnicos. En ella, tanto la herencia mesoamericana como
la experiencia revolucionaria de las primeras décadas del siglo XX se convirtieron
en objeto de la representación cultural y estética. El estado mexicano
intentó definir el aporte auténtico del país a la cultura
mundial recurriendo a la herencia precolombina. La imitación primero del
estilo europeo y luego del norteamericano caracterizó la vía que
tomó el país para lograr participar en el mundo moderno. Por eso
había que rearticular la propia heterogeneidad interna por medio del nacionalismo,
para que el regionalismo característico de México pudiera integrarse
en la nación por medio de la acentuación de la policromía
de las tradiciones locales. El nacionalismo cultural permitió precisamente
aprovechar la amenaza de los Estados Unidos para poner de relieve la autonomía
de la vida cultural nacional por medio de la delimitación y acentuación
de los propios valores. En el discurso oficial se creó un núcleo
de identidad efectivo que pudo ir desarrollando la conciencia nacional por medio
de una política cultural sistemática fomentadora del cine, la literatura,
la música y las artes. Bajo el título "Forjando patria",
Manuel Gamio propagó el cambio cultural por medio del mestizaje, aquella
media aritmética de una sociedad que después de la revolución
de 1910/11 consideraba que se había hecho suficiente justicia a los intereses
de los indígenas y que se les había abierto la vía hacia
la nación. El indio es comprendido como "todavía no mexicano",
se lo toma como símbolo de la nacionalidad y el problema del indio se considera
"solucionado" por medio de la apropiación de su pasado que realiza
la nación. La expresión determinante de este período de desarrollo
es el muralismo mexicano unido a los nombres de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros
y José Clemente Orozco. Se puede considerar como argumento central de la
discusión sobre la mexicanidad surgida en los años 60 la opinión
de que los problemas sociopolíticos de México se originaban en la
imperfección e incoherencia de las correspondientes etapas históricas
y que sólo una re-lectura del pasado podría abrir a los mexicanos
el camino para encontrar la identidad. Esta idea referida al peso de una historia
inacabada como obstáculo a la identidad nacional se orienta sobre todo
en las tesis que ha desarrollado el escritor mexicano Octavio Paz en su libro
de ensayos El laberinto de la soledad. Para Paz, el equilibrio que aparenta la
existencia humana del mexicano sólo se basa en el empleo de máscaras
que tienen que esconder la herida del desgarramiento y no hacer reconocible la
soledad. El sentimiento de huérfano entre los mundos encuentra su expresión
en el rompimiento con lo establecido y en la negación, el sacrificio y
la fiesta, que deben verse como formas posibles del trato con la soledad histórica
y personal. No obstante, desde el punto de vista de Paz, no se logra la vía
hacia la autenticidad. Fracasa ante las estructuras políticas. La violenta
represión de los disturbios estudiantiles en 1968 puso a México
a la sombra de su propia autenticidad, que se oculta tras una nueva máscara:
la supuesta modernidad del país, una "modernidad desconcertante". 3)
Con la crisis del sistema político en 1968 terminó la posición
cultural que se basaba en la prioridad de la nación, en la coincidencia
entre integridad estatal y unificación cultural, que luego en la ideología
postrevolucionaria se redujo a unidad nacional. La violenta represión de
la rebelión estudiantil le quitó su supuesta "inocencia"
al proyecto nacional y abrió el espacio para posiciones de pluralismo cultural.
El escritor mexicano Carlos Monsiváis definió este cambio -que también
se realizó en la obra de Octavio Paz- como "tránsito a la modernidad
entendida como desatadura". A esto se añaden los esfuerzos para enfrentar
el "México profundo", el proyecto civilizatorio de los indios,
contra la ideología nacional. 4) Con esto vuelven a separarse el proyecto
cultural y las máximas de actuación estatal y se inician procesos
de redeterminación de la heterogeneidad, que van desde la cultura urbana,
a través de las "culturas populares" hasta una nueva dinámica
de las iniciativas regionales y locales. Sin embargo, la política de los
discursos estatales sigue apelando a un inventario del patrimonio cultural histórico
del país, a las formas de representación oficialmente decretadas
de lo que se interpreta como "pasado" o "nacional". Una clara
expresión de esta tradición es la "monumentalización"
de esta apropiación del pasado por parte de instituciones culturales estatales
en el simbólico lugar del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad
de México.
La crisis de la cultura nacional - "el centro está en todas partes"
En los años 80 se impone también en el ámbito cultural
el abandono del viejo vocabulario de subdesarrollo y dependencia, lo mismo que
la existencia de la periferia de ámbitos culturales en Latinoamérica.
El escritor mexicano Monsiváis puede anunciar que el "centro creativo
está en todas partes". Para él, la nueva situación se
caracteriza por migraciones culturales, así que precisamente México
no puede sustraerse a la internacionalización de su cultura. Ciertamente
se mantienen presentes posiciones aisladas en música, literatura y artes
pero orientadas cada vez más fuertemente hacia un intercambio equitativo.
El regreso a los mitos defensivos y nacionalistas es imposible ante la presencia
de los medios de difusión. La ilusión de pertenecer a dos países,
el natal y el del deseado estilo de vida determina las nuevas costumbres y hábitos
de la población - un claro signo de la forzosa desnacionalización
de los ámbitos culturales. Sin querer fatigar demasiado el discurso de
globalización se puede afirmar hoy que, debido a las consecuencias de este
proceso mundial de densificación de relaciones de intercambio social, económico
y cultural, se ha conformado una presión horizontal que crea nuevas zonas
económicas y culturales dentro de las naciones y más allá
de sus límites. 5 De esto se deriva la necesidad para muchas naciones de
redefinir su identidad y ante todo, en lo posible, llenar con nuevos contenidos
aquellas instituciones y tradiciones huecas por dentro, que eran constitutivas
de esa identidad. Por eso deben inventarse nuevas tradiciones apoyadas por grupos,
comunidades o colectivos y conformadas de modo que se las pueda utilizar para
obtener legitimidad. Precisamente esta capacidad caracterizó a la revolución
mexicana y sobre todo a la post-revolución. Los primeros signos del debilitamiento
de la consistencia virtual de la nación mexicana y del descubrimiento de
sus contradicciones internas se dieron con ocasión de la puesta en vigencia
del TLCAN. La rebelión del EZLN en el sur del país con la exigencia
de más justicia y democracia ensombreció el comienzo del tratado
económico e hizo patentes las incoherencias existentes detrás de
la fachada del México que se figuraba en la vía hacia la modernidad.
Han levantado la voz quienes exigen una mayor pluralidad. Hay una diferente concepción
de las pretensiones de hegemonía cultural del "centro", Ciudad
de México, frente a la "periferia" del norte y del sur.
Modernidad, modernismo y modernización en México - Contradicciones
de una época moderna
El ejemplo de México no es el único que deja claro que las sociedades
latinoamericanas se caracterizan por un modernismo exuberante pero, al mismo tiempo,
por una modernización incompleta. Los límites tradicionales entre
lo culto, lo popular y lo masivo se borran cada vez más. Surgen formaciones
híbridas entre todas las capas sociales. La lógica voluntarista
del culturalismo político -que tenía gran importancia precisamente
también para la búsqueda de una mexicanidad - ha llegado a sus límites.
Este modo de producción pública de proyecciones de identidad denunciado
por Roger Barta como "oficio mexicano" ya no es sostenible como parte
de la gestión cultural estatal. La modernidad no es solamente un espacio
o un estado al que se puede entrar cuando se desee ni salir cuando sea necesario,
sino más bien una condición que abarca todo y que por eso se somete
a una constante búsqueda definitoria. Este proceso de continua hibridización
de la cultura, que causa inseguridad, no permite una definición estática
de la mexicanidad y sus dimensiones estéticas, sino refiere al carácter
de proceso del continuo devenir y transformarse del "otro" mexicano.
Los límites considerados hasta ahora como obvios se desvanecen; se definen
y revisan nuevas delimitaciones. Esta imagen de multiplicidad y quebrantamiento
cultural de México, que busca nuevos vínculos, parece determinar
un presente que todavía no quiere y no puede separarse de su pasado. Por
lo tanto, el país ofrece un campo de experiencia que, más allá
de los propios límites, permite adentrarse en lo diferenciado que son los
procesos de globalización cultural.
Traducido del alemán por Rosa Helena Santos Ihlau
Notas:
"Impaciencia es vida", Silvestre
Revueltas, 1939.
1. Néstor García Canclini, Culturas
híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, University
of Minnesota 1995
2. ebenda
3. Ver: Octavio Paz, Das Labyrinth der Einsamkeit
(El Laberinto de la Soledad), Frankfurt a.M.1970.
4. Ver: Guillermo Bonfil Batalla: México
profundo. Una civilización negada, México 1987.
5. Ver: Anthony Giddens: Entfesselte Welt. Wie
die Globalisierung unser Leben verändert, Frankfurt a.M. 2001
Texto publicado en el Reader del Festival.
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