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La transición vista desde la prensa
Por Lourdes Cárdenas

El dos de julio del 2000 millones de personas en México participaron en la fiesta de la democracia a través de las pantallas de su televisión. Las dos principales televisoras nacionales se disputaron el rating y la pelea por la primicia del triunfo del candidato de las botas, Vicente Fox, sobre su adversario del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ver esas imágenes por televisión hubiera sido impensable en 1988, cuando la principal empresa televisora del país, Televisa, se negó, al igual que la mayor parte de los medios de comunicación, a transmitir la información que denunciaba un escandaloso fraude electoral a favor del PRI y en contra del candidato presidencial de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas.

Esa comparación ilustra la magnitud del cambio que han vivido los medios de comunicación en México y refleja, al mismo tiempo, la magnitud del cambio experimentado por la sociedad mexicana en los últimos años. Un cambio que no se dio de un día para otro y sin una dosis de sangre. Un cambio que se fue gestando en la conciencia de los ciudadanos mexicanos desde aquellas elecciones de 1988 y que tuvo su máxima expresión en los resultados electorales que terminaron con los 70 años de hegemonía del PRI, para dar paso a un gobierno surgido de la voluntad popular. Imposible concebir el cambio sin los muertos y presos de la izquierda mexicana y sin los movimientos de organizaciones ciudadanas que, sin violencia y a través de la resistencia civil, sembraron las semillas de un México distinto.

Imposible explicarlo sin el levantamiento en 1994 de un grupo de empobrecidos indígenas chiapanecos que con las armas en la mano y cansados del olvido gubernamental, despertaron una respuesta espontánea y solidaria en la sociedad mexicana - respaldada por algunos medios informativos - capaz de detener una ofensiva militar destinada a aniquilar el naciente grupo guerrillero conocido como el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Tampoco podría entenderse sin el asesinato, ese mismo año, del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, que puso de manifiesto las pugnas internas de ese partido y marcó el inicio de su debacle ante la opinión pública. A diferencia de lo que sucedió en países como Chile, en el que el voto contra Augusto Pinochet desató la transición a la democracia, o de lo que sucedió en España con la muerte de Franco, en México, fue la conjugación de varios hechos lo que condujo al cambio. En palabras de Marcial Ortiz, analista político, la transición en México "ni tuvo su principio, ni tendrá su fin con Vicente Fox".


Transición hacia una prensa critica

Los primeros signos del cambio se reflejaron en la prensa, que de ser incondicional y leal al Presidente y al PRI, pasó poco a poco a ejercer una posición mas crítica e independiente frente al gobierno.

En la primera semana de enero de 1994, cuando México seguía aun sin reponerse de la noticia del levantamiento armado de los indígenas chiapanecos, la revista "Proceso" dedicó su edición al conflicto de Chiapas, con un titular que sintetizó crudamente una realidad que se venía viendo en México y que los gobiernos priístas negaron durante años: "Terminó el mito de la paz social", decía el encabezado, que con muy pocas palabras dejaba sin efecto el mito de que México jugaba ya en las grandes ligas económicas gracias al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica - que entró en vigor el primero de enero de ese año - y desnudaba a un país en el que la pobreza extrema, la desigualdad y el maltrato a los indígenas estaban enquistados en sus centros vitales. Pero la televisión mexicana, monopolizada entonces por el consorcio Televisa y cuyo dueño se declaró alguna vez "soldado del PRI", no entendía todavía que las cosas empezaban a cambiar. Las imágenes de indígenas ejecutados por el Ejército en el intento de sofocar la revuelta, no se vieron en las pantallas de los hogares mexicanos.

En las elecciones de 1994, que condujeron al triunfo de Ernesto Zedillo, esa televisora hizo algunos intentos por abrir espacios a los candidatos de oposición, pero su respaldo hacia el PRI fue claro y contundente, colocándose a la zaga de los cambios que empezaban a operarse en el resto de los medios. Y ni hablar de su escasa credibilidad entre la audiencia. Quizá fue este ultimo factor lo que obligó a la televisora a abrirse.

En 1996, millones de mexicanos se sorprendieron al ver en uno de los canales de Televisa, imágenes que mostraban como agentes de la policía del estado de Guerrero masacraban con armas de alto poder a 17 campesinos desarmados que regresaban de un mitin político. Las escalofriantes imágenes, pusieron en evidencia la participación de un gobierno emanado del PRI en la masacre de los campesinos ocurrida casi un año antes. Y aunque el reportero que obtuvo el vídeo, Ricardo Rocha, fue cesado de la televisora casi inmediatamente después de su transmisión, el cambio empezaba a operarse. De ahí a la cesión de espacios antes reservados al oficialismo y a la transmisión de las imágenes de la fiesta democrática del dos de julio hubo todavía muchos traspiés, pero el cambio parecía ser irreversible.


Un ranchero en los pinos

Vicente Fox, un carismático ranchero de estilo desparpajado, cautivó a millones de mexicanos. Lo hizo a través de un discurso simple, coloquial, plagado de ataques al viejo sistema político priísta y a sus representantes. A los viejos políticos del PRI los llamó "sanguijuelas" "víboras prietas", "tepocates", "corruptos". Al candidato del PRI le decía "chaparro" y hasta "mandilón". A los ministros de la Suprema Corte de Justicia los llamó despectivamente "viejitos", a las fuerzas de izquierda "retrógradas..." Con inusitada frecuencia, sus folklóricos comentarios acapararon titulares de la prensa y de la televisión, que por primera vez trató de ofrecer una cobertura equitativa de las campañas políticas de los tres principales candidatos a ocupar la presidencia de la República en el nuevo milenio.

Como nadie, Fox supo aprovechar la apertura de los medios. Fue un candidato mediático, que aceptaba todas las entrevistas que le proponían, que asistía a todos los programas de radio, que concedía cuanta entrevista se le pedía. A través de la televisión, Fox entró a los hogares mexicanos y se instaló en gran parte de ellos. Para los mexicanos cansados de 70 años de un régimen priísta caracterizado por la corrupción, el fraude electoral, el amiguismo, la pobreza y la falta de perspectivas, el discurso de Fox era una invitación al cambio.

Al igual que sus contrincantes, Vicente Fox hizo una campaña basada en las promesas. Prometió dar solución al conflicto de Chiapas en 15 minutos. Prometió un crecimiento de 7% de la economía Prometió créditos para los "microchangarros" o pequeñas empresas. Prometió crear mas de un millón de empleos al año... Y la prensa mexicana ha sido implacable en recordarle cada una de ellas. Los 15 minutos que necesitaba para resolver el problema de Chiapas se han traducido en un impasse en el que el diálogo con los zapatistas esta prácticamente congelado, mientras miles de indígenas tratan de revertir en la Corte una Ley Indígena promulgada por el Congreso que les es adversa y contraria a sus intereses. La reforma fiscal que apuntalaría el crecimiento sostenido de la economía, se entrampó en el Congreso, y en su lugar quedó una caricatura de reforma que no convenció ni a los mismos legisladores, ni al mismo Presidente.

Paradójicamente, la relación con la prensa, aquella que lo apuntaló y acompañó en la campaña, ha sufrido también un deterioro constante, pues mientras la prensa ha sido exigente e insistente al señalar los tropiezos de la transición, y del mismo presidente, éste asegura que los periodistas minimizan sus logros. "La prensa se fija en puras babosadas", se quejó Fox a su regreso de una gira por Europa, en la que la prensa se regodeó con múltiples anécdotas que evidenciaban la falta de cultura del Presidente y su propensión a romper las reglas de la etiqueta. Periodistas, articulistas y caricaturistas reprodujeron hasta el cansancio el error de pronunciación de Fox, cuando frente a la Real Academia de España, se refirió al escritor argentino Jorge Luis Borges como "Borgues". Destacaron las botas rancheras de Fox durante una cena de gala con los Reyes de España, y escribieron múltiples anécdotas y comentarios sobre el beso de la primera dama y el presidente, justo a la vuelta de El Vaticano, luego de que ambos fueron recibidos en audiencias.

Es innegable que para una prensa que por años estuvo acostumbrada a la autocensura, incurrir en excesos no ha sido difícil. La prensa ha magnificado los errores de Vicente Fox, ha hecho escarnio de sus errores, de las contradicciones del gabinete e incluso de su vida personal. Si en los años ochenta era casi imposible caricaturizar a los presidentes en los periódicos, el presidente es hoy, la figura predilecta de muchos caricaturistas. "Fox es como el personaje predilecto de la reality show Big Brother", dice Alberto Blando, un productor independiente de televisión, en referencia al acucioso seguimiento que millones de mexicanos hicieron de los movimientos y dichos de uno de los protagonistas de la primera versión mexicana del reality show. Sin embargo, la prensa y los mexicanos también le han dado su propio peso a los aportes que el gobierno actual ha hecho al proceso democrático. Los periodistas han aprovechado y destacado la apertura de los archivos de la llamada "Guerra sucia", con la que el Estado eliminó las guerrillas y los movimientos sociales de esa época. Y si durante años se silenció la responsabilidad de ex presidentes y ex funcionarios en la desaparición y muerte de cientos de personas en la década de los setenta, hoy se ventila abiertamente la posibilidad de llevar a juicio político a varios de ellos. Son avances significativos que apuntalan en el largo plazo el proceso de transición hacia una verdadera democracia.

Pero hay todavía muchas cuentas pendientes. México es un país en que la mitad de la población vive en condiciones de pobreza y en el que los indígenas siguen sin tener acceso a los mínimos básicos de bienestar. Erradicar la corrupción y la inseguridad pública siguen siendo asignaturas pendientes del gobierno del cambio, como lo es también el lograr el pleno respeto a los derechos humanos. Y aunque las imágenes de la fiesta del dos de Julio siguen frescas en la memoria de muchos mexicanos, la gestión gubernamental y el proceso de transición, están más abiertas que nunca al escrutinio de la ciudadanía a través de la televisión, la prensa y la radio. Y al igual que en el "Big Brother", será la ciudadanía quien decida quien se queda, quien se va, y que rumbo tomara la inacabada transición en México.

 


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