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Entrevista con Néstor García Canclini
Por Michael Thoss
Michael Thoss: ¿Qué tipo de lecturas y qué
factores son los que pueden, hoy en día, descifrar una
ciudad como México, una megalópolis del sur?
Nestor García Canclini: Existen muchas lecturas de la
ciudad de México.
Por ejemplo, hay posibilidad de pensar en una ciudad vista por
los sociólogos, como si uno fuera por las autopistas captando
los grandes trazos, las avenidas principales, las grandes tendencias
del desarrollo urbano; algo semejante sería lo que hacen
los urbanistas. En cambio, los antropólogos suelen quedarse
en el barrio, a veces, en una sola calle y demorarse en las peculiaridades
interculturales, en los distintos modos de afirmar identidades
y de construir imaginarios. Por otro lado, los especialistas en
comunicación masiva suelen mirar la ciudad como desde un
avión, como si trataran de reconstruir el conjunto de esas
redes, en gran parte invisibles, que nos ponen en relación
dentro de la ciudad, y a la ciudad con la nación y con
el mundo.
Diferentes sectores sociales los situamos dentro de la ciudad
de maneras distintas. Una megalópolis como la ciudad de
México tiene una historia de siete siglos. Desde antes
de que llegaran los colonizadores españoles, ya había
una ciudad que se llamaba Tenochtitlán y sobre la cual
se edificó en parte destruyendo, y en parte utilizando
las mismas estructuras, una ciudad colonial. Luego se desarrolló
en el entorno, una cuidad más moderna y más recientemente,
una ciudad industrial, sobre todo en la segunda mitad del siglo
XX. Siguió una ciudad que podemos llamar postindustrial,
de servicios de televisión, de empresas transnacionales
mexicanas como Televisa, o también de otros países,
como Hewlett-Packard que están instaladas en la Ciudad
de México. Estas diferentes ciudades no se sustituyeron
una a la otra sino que coexisten armando un tejido híbrido
y complejo, que de hecho, los habitantes compartimos en sus distintas
temporalidades cada día. De manera que uno puede elegir
una de estas temporalidades, puede (..) tratar de entretejer estas
distintas lecturas y escuchar lo que actores muy diferentes nos
dicen sobre la ciudad. Por ejemplo, en una investigación
que hicimos sobre las representaciones que hacen los que viajan
por la cuidad de México, encontramos que son muy distintas
las percepciones y comprensiones de los taxistas, de las madres
que llevan niños a la escuela, de los policías de
tránsito, de los repartidores de alimentos, de los estudiantes
que viven lejos de sus escuelas o universidades o de los mendigos.
No es posible elegir una o dos de estas lecturas como las más
válidas, ni tampoco, es fácil combinar tantas lecturas;
de algún modo, el esfuerzo con que tratamos de comprender
la ciudad es escuchando esa diversidad de discursos e imaginar,
junto con los factores sociales, como coexiste esta diversidad.
M.T.: Qué tipo de compartimentos o estratificaciones sociales
suelen coexistir dentro de un mismo barrio en México D.F.?
N. G-C.: Existen algunos barrios con un perfil económico
y sociocultural distinto, por ejemplo, Las Palmas o Santa Fe.
Son barrios construidos, el primero a mediados del siglo XX, y
el segundo, durante las últimas décadas, y que han
segregado a la población popular e incluso a los sectores
medios. Hay otros barrios o zonas mucho mayores, por ejemplo,
un barrio como Iztapalapa que tiene casi tres millones de habitantes
y que reúne preferente sectores populares y a veces de
clase muy baja, pero en general, la mayor parte de la Ciudad de
México entremezcla sus sectores sociales. Uno puede pasar
en pocas calles de la clase alta a la clase baja, de un mercado
popular a boutiques sofisticadas, de zonas más seguras
a otras peligrosas. En este sentido el urbanismo de la Ciudad
de México, como el de otras ciudades latinoamericanas es
distinto del urbanismo de los Estados Unidos, y en parte del europeo,
pero sobre todo del de las ciudades de Estados Unidos. Éste
muestra una fragmentación multicultural en donde se adjudican
territorios claramente diferenciados para cada etnia, los norteamericanos
en un barrio, los chicanos en otro, o los puertorriqueños
en lugares diferentes. En Ciudad de México hay algunas
zonas con preferente habitación de emigrantes, como los
oaxaqueños, o los chiapanecos, pero en general hay un entreveramiento,
un entremezclamiento
M.T.: ¿Cómo funciona esta interculturalidad para
que sea más que la multiculturalidad que encontramos en
EE.UU?
N. G-C.: Funciona de un modo muy complejo, porque yo diría
que funciona con más capacidad de convivencia que muchas
otras ciudades que han sido estructuradas parecidas, o que aquellas
que internamente oponen unas etnias a otras. En México
ha habido un proyecto nacional desde comienzos del siglo XX, que
surgió inmediatamente después de la revolución
y que trató de construir, a veces con violencia e imposición,
una sociedad nacional cohesionada. En estos últimos años,
con las luchas indígenas, de movimientos sociales urbanos
y de jóvenes de estudiantes, ha habido afirmaciones fuertes
de las diferencias e intentos sociales y políticos de lograr
reconocimiento para esas diferencias. En alguna medida se han
logrado éxitos, sobre todo en los últimos años.
Desde mediados de la década del noventa, los habitantes
de la ciudad de México podemos elegir nuestros propios
gobernantes, porque antes, como en muchas otras capitales, el
gobernador de la ciudad era elegido por el presidente del país,
ahora elegimos a nuestro jefe de gobierno de la ciudad y también
a cada jefe de las 16 delegaciones en que está divida la
Ciudad de México. Elegimos la cámara de diputados,
de representantes de la población y esto ha creado un poco
más de participación, no toda la deseable como para
exponer el funcionamiento de este sistema, pero sin duda, ahora
hay mayores posibilidades de control sobre la gestión pública.
M.T.: ¿Y esta interculturalidad se refleja en los resultados
electorales?
N. G-C.: Sí, porque de hecho, los tres partidos principales
tienen una distribución de votos relativamente equitativa,
pero con predominio del PRD (Partido de la Revolución Democrática),
que es el partido de centro-izquierda, con una participación
más alta que los otros dos grandes partidos que son el
PRI (Partido de la Revolución Institucional) y el PAN (Partido
de Acción Nacional). El PAN, a su vez, tiene la presidencia
de la nación, de manera que la presidencia del país
y la del gobierno de la ciudad ya están expresando una
diferencia política, que en cierto modo también
es cultura política. Por supuesto, esa heterogeneidad se
aprecia también en la composición del parlamento,
del congreso de la Ciudad de México, e inclusive en las
identidades de las diferentes delegaciones dentro de la ciudad.
Es decir, en esta ciudad de 16 delegaciones distintas, no todos
los jefes de delegación pertenecen al mismo partido.
M.T.: ¿Hay una participación de los indígenas
en el proceso político de México D.F.? ¿Juegan
ellos en el contexto urbano algún papel de importancia?
N. G-C.: Hay que decir que los indígenas en la Ciudad
de México son minoría como población reconocidamente
indígena, a discusión sobre las cifras. Me parece
que las estimaciones más confiables son las que hablan
de un medio millón de indígenas, aproximadamente.
Toda la Ciudad de México, el Distrito Federal, propiamente
dicho, tiene más o menos ocho millones y medio de habitantes
y el entorno metropolitano, el conjunto de los veintisiete municipios
asociados al Distrito Federal, tiene otros diez millones y medio
más de habitantes. En todo este conjunto, los indígenas
sólo llegan al medio millón aproximadamente; pero
la presencia indígena se manifiesta de muchas otras maneras.
Por una parte, como herencia histórica, la importancia
del Templo Mayor y de otros emblemas históricos y monumentos,
son presencias todavía muy reconocidas en la vida urbana
contemporánea. Por otra parte, con la frecuente llegada
de manifestaciones sociales y políticas de provincias indígenas,
como se vio notoriamente cuando los zapatistas realizaron la marcha
indígena, que no fue sólo realizada por zapatistas,
sino que sumó indígenas de otros estados y llegaron
a la Ciudad de México para reclamar una ley que les diera
autonomía en sus territorios. Luego ha habido un reconocimiento
hasta en el discurso oficial, aún cuando esto es bastante
contradictorio con los actos del gobierno y del parlamento. Pero
sí, hay múltiples manifestaciones del reconocimiento
a los indígenas. De hecho, los indígenas no están
sólo en los estados con alta población indígena,
sino esparcidos por todo el país. Llegan hasta la frontera
norte donde no hay una fuerte tradición de grupos indígenas,
porque eran más bien nómades, pero después
han llegado grandes conjuntos poblacionales que suben del centro
del país y que se han instalado también en el norte.
De manera que el indígena forma también parte del
modo de pensar el espacio en las ciudades, de habitarla: en la
construcción de casas, en los gustos alimenticios o en
la vestimenta, aunque México es una ciudad predominantemente
moderna e integrada a la globalización tiene fuertes marcas
de esta herencia histórica.
M.T.: Ahora que estás aquí en Berlín, ¿cuáles
son para ti las diferencias más flagrantes entre las dos
ciudades? ¿Verías en México D.F. de algún
modo la continuidad o el fracaso de una visión urbana de
la modernidad del hecho que se dio por algún tiempo, de
tomar la ciudad europea como un modelo a seguir en algunas ciudades
de América Latina?
N. G-C.: Sintéticamente diría que hay ciertas coincidencias.
Las dos ciudades son muy multiculturales. Son en parte ciudades
de frontera, aunque en sentidos distintos. Berlín es una
ciudad que está situada entre la parte occidental y la
oriental de Europa, y aunque Ciudad de México está
a dos mil kilómetros geográficos de la frontera
con América del Norte, es una ciudad que tiene una relación
muy intensa con los Estados Unidos. De la Ciudad de México
sale la mayor parte de los emigrantes mexicanos que van a los
Estados Unidos, más que de otras regiones de México.
Por otro lado, hay una gran cantidad de mensajes y de material
simbólico que llega de Estados Unidos, y también
de otros países de América. En Ciudad de México
hay muchos inmigrantes centroamericanos y sudamericanos que hemos
venido de otros países latinoamericanos y vivimos la Ciudad
de México e interactuamos por lo tanto con la cultura mexicana.
Algo similar podría verse que ocurre en Berlín.
Pero hay diferencias también muy fuertes entre las dos
ciudades, porque se ubican en proyectos nacionales muy distintos
y en historias de conflictos sociales e interculturales muy diferentes,
pero sobre eso hablaremos más detenidamente en octubre.
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